En el antiguo Egipto, el proceso de elección de un faraón, o rey de Egipto, era complejo y estaba influenciado por una combinación de sucesión hereditaria, selección divina y consideraciones políticas. Éstas son las principales formas de elección de los faraones:
Sucesión hereditaria: En muchos casos, el sucesor del faraón era su descendiente directo, normalmente un hijo o a veces un pariente masculino cercano. Este principio hereditario era común en las dinastías egipcias, donde la familia gobernante mantenía el poder dentro del linaje real.
Derecho divino: Los faraones eran considerados gobernantes divinos, se creía que eran dioses o seres parecidos a dioses en la Tierra. Su legitimidad se basaba a menudo en la idea de que habían sido elegidos por los propios dioses para gobernar. Este derecho divino a gobernar se utilizaba para justificar su autoridad.
Rituales de coronación: Los faraones se sometían a elaborados rituales y ceremonias de coronación que simbolizaban su selección divina y les conferían la autoridad para gobernar. Estos rituales a menudo incluían la coronación del faraón, la unción y otras ceremonias religiosas.
Influencia política: En algunos casos, funcionarios poderosos o personas influyentes del gobierno podían desempeñar un papel en la selección del faraón. Podían apoyar y abogar por un candidato en particular basándose en consideraciones políticas, militares o administrativas.
Conflictos sucesorios: La sucesión al trono no siempre era fácil, y las disputas sobre el heredero legítimo podían provocar conflictos e incluso guerras civiles. El resultado dependía a menudo de qué pretendiente contaba con el apoyo del ejército, el sacerdocio y otros centros de poder clave.
Corregencia: En algunos casos, un nuevo faraón gobernaba junto a un predecesor vivo o corregente, como un dúo padre-hijo. Esto permitía una transición de poder más suave y garantizaba la estabilidad durante la sucesión.
Adopción: En raras ocasiones, un faraón podía adoptar a un sucesor no real si no había herederos adecuados dentro de la familia real. Esta práctica pretendía garantizar una transición estable en el poder.